Michele Petullà: “Próxima parada, paz” – El grito poético contra toda guerra

El Mediterráneo siempre ha sido más que un mar: es un puente de culturas, lenguas y esperanzas compartidas.

Desde Nápoles hasta Barcelona, desde Sicilia hasta Valencia, las olas que tocan nuestras costas hablan el mismo idioma de la vida y de la memoria.

Italia y España comparten raíces profundas, una historia tejida con arte, fe, dolor y renacimiento. Hoy, en un tiempo marcado por conflictos y desgarros humanos, ese vínculo se renueva en el grito de paz que recorre las voces del Mediterráneo.

El poeta italiano Michele Petullà, con su obra “Cenere e Mandorle” (Ceniza y Almendros), nos entrega precisamente eso: un canto universal contra la guerra, un manifiesto lírico por la esperanza y la justicia.

“Ceniza y Almendros”: un grito poético contra toda guerra

Una obra que proclama al mundo el rechazo de toda guerra, de toda violencia, de todo desorden y de todo caos apocalíptico.

Un llamado a la armonía interior, a la convivencia ideal regida por la ley y la justicia —una visión que recuerda el pensamiento kantiano.

“Ceniza y Almendros”: un título que encierra un axioma perfecto, el contraste que une la vida y la muerte, la destrucción y la renovación.
La ceniza, aquello que transforma los cuerpos, los vuelve grises e irreconocibles; y el almendro, el amygdalus, símbolo de vigilancia y esperanza.

En la tradición hebrea, el almendro se asocia con la palabra schakedh, que significa “vigilante” o “laborioso”, por su temprana floración en primavera.

En el Libro de Jeremías, el Señor utiliza una rama de almendro como símbolo de su vigilancia en cumplir su palabra.

El almendro está también ligado a Cibeles, la Madre de los dioses, evocando en la corteza del árbol las cicatrices no cicatrizadas de la humanidad.

En esta lectura simbólica, la obra de Michele Petullà adquiere una dimensión universal: una visión caníbal del mal, donde la luz y el silencio se mezclan con profundas visiones de dolor.

Su poesía abraza la idea misma de la muerte de los inocentes —niños, mujeres embarazadas, adolescentes— culpables solo de habitar las tierras que siempre les pertenecieron.

En el poema que abre el valioso volumen, Ceniza y Almendros, resuenan voces múltiples y miradas dirigidas hacia un cielo a veces implacable.

Desde las primeras líneas emerge una escena de duelo en medio de la guerra, la catástrofe y la violencia ensordecedora.

Los temas centrales son el dolor de una madre y la sombra simbólica del hijo perdido —¡asesinado!— expresados con un lenguaje apocalíptico en el que el “cielo en llamas” convierte el llanto en desesperación irreversible.

Petullà construye su narración con imágenes poderosas: cristales rotos, símbolo de la fractura y la fragilidad humana.

Su verso es rápido, marcado por una parataxis incisiva, que refleja la urgencia del dolor y la verdad del tiempo vivido.

A este valor literario se suma la introducción de Mons. Pennino Fiorillo, Vicario de la Diócesis de Mileto, Nicotera y Tropea, quien escribe:

Cenere e Mandorli es mucho más que una colección poética: es un acto de resistencia humana y un grito de belleza lanzado contra el horror.

Y no podemos sino coincidir plenamente.

Porque “Ceniza y Almendros” no es solo un libro de poesía:
es un canto europeo y mediterráneo, un mensaje de paz que atraviesa el dolor para volver a la luz.