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La Fàbrica de Ilusiones

¿Cuán fuerte es esa voluntad de existir, de vivir, que sentimos en nuestro interior?

Y esta vida que es Miseria, Dolor, Sufrimiento… ¿qué es?

Sentimos el dolor que se apodera del mundo y que surge de la miseria esencial de la vida. Nos traiciona, nos engaña. Somos, ante ella, meros espectadores frente a un telón bajado, esperando presenciar un hermoso espectáculo… pero el espectáculo de la vida traiciona todas las expectativas, todos los anhelos; su violencia es pura.

Para sobrevivir a esta violencia, lo mejor es considerar este mundo como una penitencia, como una prisión, una cárcel. Solemos decir: «Mi vida es una prisión», pero es una afirmación que se refiere a una situación concreta y circunscrita, con su duración… pero en cuanto esta situación termina, la vida vuelve a parecer digna de ser vivida. Nuestra prioridad absoluta
es siempre la «necesidad» y el «deseo». Desear algo significa desearlo porque nos falta.

Sufrir es sufrir por la falta de algo, y son lo mismo.

La verdadera felicidad, en última instancia, no es otra cosa que la ausencia de toda necesidad.

Las necesidades generan nuevas necesidades en una cadena infinita cuya clave es la insatisfacción perpetua. «En nuestra voluntad, en general, reside nuestra desgracia». Lo que deseamos importa poco: nuestra voluntad nunca se satisface, pues de lo contrario se extinguiría.

Nunca dejamos de desear, y la vida es sufrimiento eterno.

La historia solo nos habla de guerras entre individuos, y la paz son meras treguas. El individuo no solo libra una lucha metafísica contra la necesidad y el aburrimiento, sino también una lucha real contra los demás.

La lucha metafísica es inherente a nuestro ser y es la que el ego libra con su voluntad, o mejor dicho, su voluntad consigo misma. La voluntad nunca descansa, nunca encuentra paz consigo misma: está perpetuamente insatisfecha. Vive en perpetua negación, en guerra permanente con sus propias necesidades, que, sin embargo, son inevitables. Cada voluntad es una lucha contra la necesidad que la aprisiona. Por lo tanto, la voluntad siempre está en guerra consigo misma, incluso antes que con los demás.

La vida se presenta de inmediato como una tarea, porque hay que ganársela; pero, más tarde, una vez satisfecha la necesidad, la carga del aburrimiento se apodera de nosotros. La pompa y el lujo, la búsqueda de mujeres bellas (pero vacías), los trajes, las joyas, etc., son meros remedios ideados contra el aburrimiento. La vida misma de la alta sociedad es una lucha constante contra el aburrimiento. Los pobres, en cambio, luchan contra la necesidad.

En resumen, la vida, en todos sus aspectos, es miseria, vacío, soledad.

El aburrimiento es la vida a cámara lenta, desprovista de fuerza de voluntad y estímulos, cuando faltan necesidades y deseos.

Quizás en esto deberíamos reflexionar para vivir una vida verdaderamente pacífica, lejos de los semilleros del aburrimiento y la miseria.

Vincenzo Calafiore

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