«Es algo que no te da paz,
puedes inventar cualquier cosa
para distraerte, y sucede durante el día.
Pero el drama llega al anochecer, cuando
la soledad te lleva a un claro
y te deja allí a merced de un viento cruel:
es el dolor de una ausencia, de un saludo que no está,
de una caricia, de una mirada… este es el dolor
interior, un gusano que deja tras de sí cavernas
donde resuenan tus pasos y tu respiración,
nada más.»
Vincenzo Calafiore
El humo del cigarrillo se eleva en el aire, dibujando una estela; si miras con atención, es una línea que une un pensamiento con el cielo.
Hay un silencio denso y la ciudad duerme, todo está en silencio, la ciudad es un pulmón que respira despacio. A estas horas de la noche, puedes ver las estrellas y la Osa Mayor en el cielo, pero no son las estrellas que buscas; es solo una estrella la que mis ojos buscan, y esa, en la extensión del cielo que alcanza mi vista, no está ahí.
Entonces veremos si las decisiones que tomaste fueron las correctas.
Deseabas que las cosas siguieran como estaban, y esta es una esperanza que crece contigo; pero la vida, como sabemos, siempre encuentra la manera de sorprenderte o de lanzarte a realidades que nunca quisiste conocer, y a estas se les llama experiencias.
Experiencias que te enseñan a no repetir los mismos errores, pero también dejan huellas de dolor y momentos de duda, donde te preguntas dónde te equivocaste o qué no hiciste.
A veces, como en el caso de un padre o una madre que debe llevar a cabo la difícil tarea de educar, enseñar e inculcar principios sólidos y un sentido del deber y el respeto en su hijo o hija, creyendo que está haciendo lo correcto, asume la responsabilidad. Luego, el tiempo y la experiencia posterior confirmarán si las decisiones tomadas fueron correctas.
En la mayoría de los casos, son decisiones equivocadas.
En la mayoría de los casos, las decisiones tomadas en el pasado resultan ser erróneas.
Los niños reaccionan con silencio, distanciándose, con resentimiento, con ingratitud. Rara vez comprenden a sus padres y rara vez perdonan, pero aún peor, se distancian, perdiéndose en la distancia creada deliberadamente, como para borrar todo vínculo emocional, quizás incluso intentando borrar los recuerdos de la infancia.
Entonces solo queda el silencio, el profundo desapego, el vacío.
Al final, se convierten en extraños, ya no son padres, ya no son hijos, solo existen en un papel… en documentos de identidad.
La experiencia que queda a partir de ese momento es solo el tiempo. Un tiempo para recordar,
un tiempo para vivir con recuerdos y amargura, soledad, vanas expectativas, porque ni un hola, papá o mamá, ni un «¿cómo estás?», ni un «te extraño», ni un «te quiero», ni un «estaré aquí ese día»… nada de eso, no hay nada, ¡y te quedas con la sensación de no haber tenido nunca una hija o un hijo! Porque han decidido mantenerse lo más lejos posible, siempre están ahí, borrando cualquier recuerdo que pudiera recordarles que tienen padres.
Para recordarles
que a los padres nunca se les debe humillar, ofender, abandonar, distanciar ni olvidar.
Y esto, por desgracia, sucede y siempre sucederá.
Pero cuando ellos, a su vez, se conviertan en padres y cometan los mismos errores creyendo tener razón, como hicieron sus padres, y reciban la misma «compensación», entonces, y solo entonces, comprenderán a sus padres y vivirán con el remordimiento del trato que les reservaron a sus padres, que ya no estarán.
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